ESTRÉS.
Estoy volcando la mezcla de quesos, yogur y huevos encima de las galletas trituradas con mantequilla y, sin previo aviso, empiezan a desprenderse del fondo del molde y a flotar. Paciencia, también conocida como tu mejor amiga. Horneo como si nada, veo que el resultado es, literalmente, una mierda —o una tortilla, según me comentan por el pinganillo— y decido empezar de nuevo. Cosa rara en mí porque ODIO los postres, pero haremos una excepción. Vuelvo a machacar las galletas y, en un momento de torpeza especialmente agudo, las tiro al suelo de la cocina sin darme cuenta. Paciencia y escoba, también conocidas como tus mejores amigas. Meto la batidora en el bol —después de ir al súper a por más queso, claro—, le doy caña y, ¡oh, sorpresa!, me salpica el brazo entero. Paciencia y servilletas, también conocidas tus mejores amigas. Menos mal que Hèctor ha vuelto a poner de moda a José González.
1 – Trituramos las galletas, las mezclamos con la mantequilla derretida, las esparcimos en el fondo de un molde redondo desmoldable de unos 30 cm de longitud y las apretamos con una cuchara para que el conjunto quede bien compacto. Tapamos con film transparente y lo metemos en el congelador una media hora.
2 – Precalentamos el horno a 175 ºC.
3 – Calentamos la leche junto con los dos yogures en un cazo. Cuando haya cogido un poco de temperatura, añadimos el azúcar y la integramos sin dejar que llegue a hervir.
4 – Sacamos los quesos de sus tarrinas, los metemos en un bol y añadimos la mezcla de yogures y leche, los huevos, una pizca de sal y mucho amor, que es como mejor se hacen las cosas. Metemos la batidora y trituramos sin piedad.
5 – Sacamos el molde del congelador y volcamos en él con mucho cuidado la mezcla cremosa. Metemos el molde en el horno con una lámina de papel vegetal encima y lo dejamos hacerse durante unas dos horas y media. Sí, has leído bien. Es mucho queso y necesita cocinarse. La tarta estará horneada cuando metamos un cuchillo en el centro y salga limpio.
6 – Sacamos la tarta del horno y la dejamos enfriarse. Después, nos ponemos tibios de la manera que más nos guste. En mi caso, con mermelada de higos. Ahí es ná.
Pues debo de ser más gilipollas (palabrostia!!) de lo que se me pueda considerar. Estaba segura de que tú habías hablado de yogures Pastoret (es una entrevista donde las cosas de tu nevera salían dibujadas, no sé si lo recordarás, porque tú vas a entrevista por día), y Pastoret lo compré.
Pero bueno, como te digo, no me debes nada :P
Aunque sea de un todo a 100, sigo pensando que vas de Nigella Lawson y diosa doméstica. Solo un blojero con ínfulas de Martha Stewart tendría un molde de 30cm de diámetro sin tener media docena de hijos.
PD: No, no, en serio, mi madre se molesta realmente cuando dice palabrotas. Y siempre siempre siempre negará que alguna vez suelta una, o dirá que lo hace porque las decimos los demás. Madres.
PPD: Si un día llegase a leer esto (y tiene tu segunda copia, así que sabe el camino a tu fiambrera) volvería a tirar de mano y zapatilla, jajaja
PPPD: Para no hacer Spam, productes, caprichos o receptes originals de yogur, elige uno. Ñam. Adiós.
PPPPD: No dirás lo mismo cuando recuerdes que respondo a las respuestas.
PPPPD: No sé dónde está Carol, pero aquí en Madrid, en el mercado de San Antón tienen mató, y una vez (una) lo vi en el Gourmet Experience, siempre tienen productos de la marca Pastoret.
PPPPPD: Y que no me pague nadie por la publicidad…