El mejor regalo que le puedes hacer a alguien es abrir una lata sin identificar y que sea de mejillones en escabeche. Lo de «sin identificar» es un añadido mío, pero el resto es sabiduría pura a cuenta de Hèctor, que siempre dice mucho con muy poco.
P. D. Si tienes en mente echarle aceite al agua de cocer la pasta, no lo hagas.
1 – En una olla a fuego medio, echamos un chorrito de aceite de oliva y sofreímos los ajos laminados y las cayenas, a la que le quitamos las semillas. El punto picante depende de cada uno. Yo suelo marearla unos 3 o 4 minutos y luego la retiro.
2 – Antes de que loss ajos empiecen a dorarse —y a quemarse, no nos vamos a engañar—, añadimos las anchoas escurridas y esperamos a que se deshagan. La cocina suele ponerse perdida en este punto. Es ya un clásico.
3 – Agregamos el tomate triturado, tapamos la olla, esperamos a que levante el hervor, bajamos el fuego y lo dejamos cocer suavemente unos 15-20 minutos.
4 – Calentamos agua en otra olla y, cuando rompa a hervir, añadimos sal y echamos la pasta. Removemos para que no se pegue entre sí y la dejamos cocer a fuego medio hasta que esté un pelín más dura que al dente. Entonces, la colamos y reservamos un vaso del agua de cocción.
5 – Añadimos las aceitunas, la pasta, las alcaparras y el perejil a la olla con la salsa. Removemos, dejamos que absorba la salsa y servimos en cuatro platos. Disponemos las lascas de ventresca —BABEO con las palabras «lasca» y «ventresca»— por encima y servimos inmediatamente.
Una buena puttanesca, sí señor!!!