Hace un par de años, fui a Cerdeña a visitar a un amigo de Cagliari. Entre otras cosas, me traje un paquete de polenta porque me entró la fiebre del guiri amante de la cocina, esa que te obliga a comprar compulsivamente productos del lugar en cuestión y cocinar sin parar platos de su gastronomía hasta reventar . Realmente, nunca llegué a usarla y terminó caducándose. Pocos meses después, cuando estuve viviendo temporalmente en Roma, compré otro paquete de polenta y, muy decidido, me dije: «esta es la mía». Como soy un anárquico, me pasé las instrucciones por el arco del triunfo y la preparación quedó en un engrudo pegajoso incomible. La polenta no se integró correctamente con el líquido. «Ingrata sémola de maíz», le grité a la olla, «así te salgan gusanos y termines podrida y llena de moho». A los pocos días, Bárbara, mi compañera de piso, preparó una polenta de caerse al suelo de lo buena que estaba. Lo suyo era todo un escándalo, de llorar.
Ya asentado en Castellón, decidí darle rienda suelta a mi libertad —miedo— y probar de nuevo a meterme en el barrizal —nunca mejor dicho— de cocinar polenta. Encontré una express en el supermercado que no tenía mala pinta del todo y, esta vez sí, seguí las indicaciones al pie de la letra, tanto que me decepcionó bastante comprobar que la polenta no se hacía en los 3 minutos que prometía el paquete, sino en 7 u 8. Dependiendo de la cantidad de polenta que uséis, os saldrá más o menos espesa. En mi caso, quería un puré con cierta consistencia, así que agregué la cantidad proporcional a la que se indicaba en el modus operandi. En un futuro, probaré a añadir más polenta para obtener un resultado más sólido y así poder hacerla frita o en la plancha. Hasta entonces, gravy’s good tonight.
1 – Calentamos la leche y el agua en una olla a fuego medio-fuerte.
2 – Cuando rompa a hervir, salpimentamos, bajamos el fuego a medio o medio-bajo y vamos añadiendo la polenta poco a poco mientras removemos. Dejamos cocer alrededor de 7 u 8 minutos o hasta obtener la textura deseada. Es importante remover constantemente, eso sí.
3 – Una vez que la consistencia sea la deseada, apagamos el fuego y añadimos la mantequilla y el queso rallado. Lo integramos todo bien y ya podemos emplatar la polenta. Lo único que falta es servir el ragù caliente por encima y un poco más de queso rallado, pero esto ya depende del queserismo de cada uno.
¿Y tiraste la polenta caducada? Gran gran error. ¡La polenta no caduca, por Tutatis, aunque nos quieran engañar con la fecha que el fabricante interesado pone en el envase! La polenta es eterna y tan incorruptible como la mano incorrupta de Santa Teresa. Lo digo con la legitimidad que me otorga el haber sobrevivido como una reina a un paquete de polenta deliciosamente megahipercaducada.
Ahora tendré que hacer experimentos con la ídem sin caducar, porque de la otra no me queda, snif…