Lunes a viernes eternos con jornadas de ocho, nueve, diez, once, doce y hasta trece horas en los que solo hay veinte minutos para comer. Lunes a viernes eternos en los que al llegar a casa tienes que enfrentarte al dilema de ponerte a cocinar algo para el día siguiente o aprovechar ese tiempo para hacer vida social, poner una lavadora y, lo que es muchísimo más atractivo, dormir. Lunes a viernes eternos en los que el lunes tienes que estar en un sitio, el martes en otro, el miércoles en otro and so it goes on. Lunes a viernes eternos en los que intentas huir al futuro, a los sábados y domingos, pero no puedes porque el presente está ahí con una bengala bien luminosa. Lunes a viernes eternos a los que no llegas, literalmente, porque dudo mucho que salgas del estrés de esta semana. Finalmente, claro, llegas. Vaya si llegas.
Sábados y domingos regeneradores que empiezan el viernes con la primera cerveza —la de las siete y media— y terminan con la tostada de la mañana del lunes porque es muy humano alargar los placeres al máximo. Sábados y domingos regeneradores en los que se difuminan las diferencias entre desayuno, piscolabis de media mañana, comida, merienda y cena. Sábados y domingos regeneradores en los que pasa de todo y a la vez no pasa nada, pero lo pasamos teta igualmente. Sábados y domingos regeneradores en los que nos olvidamos del futuro, pues sería muy descortés no hacerle caso al presente. Sábados y domingos que exprimes en media hora y te bebes de un sorbo, pues no parecen durar más que un suspiro. Finalmente, claro, lo aceptas. Vaya si lo aceptas.
1 – Precalentamos el horno a 200 °C con calor arriba y abajo.
2 – Limpiamos la tierra de los calçots, les retiramos la primera capa y los colocamos en una bandeja resistente al calor, donde los salamos ligeramente y los rogamos con un chorrito de aceite de oliva.
3 – Metemos la bandeja en la posición media del horno, bajamos la temperatura a 180 °C y los dejamos hacerse 15 minutos. Pasado ese tiempo, les damos la vuelta con unas pinzas, subimos el calor a 200 °C y los dejamos otros 5 minutos. Una vez hechos, los sacamos del horno y los dejamos atemperarse.
4 – Aliñamos la escarola con el romesco.
5 – Tostamos el pan, lo untamos con tomate y montamos el bocadillo: pan con tomate, base de escarola para los calçots cortados y, por último, pan con tomate (bis).
Ayer mismo, David (el famosísimo Monaguillo), dijo algo así como que no existía un dip mejor que el romesco. Es DRO-GA-DU-RA.
¡Besos!
P. D. A todo esto, se hace con pimientos asados, Paula. :-)