Noches en Razz
Había que entrar a la una y media, pero son las dos y apenas nos estamos bajando del taxi. ¿Dónde están los otros? Creo que veo a Juanma, aunque no estoy seguro de que sea él. Hay dos colas, ¿en cuál nos ponemos? Ah, sí, en la de invitados. Entramos, vamos al Pop Bar a saludar a Mònica y a Jon y, de repente, nos separamos. Uno se va al baño, otros a la terraza, otros a la sala de abajo y el último, canalla y traicionero, desaparece sin decir «esta boca es mía». A partir de este momento, jugamos al gato y el ratón durante las tres horas y media o cuatro que tardo en cansarme y decidir que me voy a casa. Por el camino, sorpresa, me encuentro de nuevo con Juanma. Sonríe, me suelta un piropo y me pregunta con toda naturalidad que dónde estaba. Buscándote, por supuesto, melón. Salimos de Razz, pillamos un taxi en poco menos de cinco minutos —tengo que empezar a incluir este tipo de destrezas en mi perfil de LinkedIn— y nos alejamos del Poble Nou como podemos. Entramos en casa sin hacer —mucho— ruido. Recibidor, pasillo y, finalmente, salón. A la izquierda, baño pequeño y cocina. A la derecha, los cuartos. Juanma no duda ni un segundo y se va a la cama. Yo, por el contrario, a la nevera. ¿Qué hay? Leche, naranja, huevos, mantequilla y helado. Después, a la despensa. ¿Qué hay? Un brioche. De alguna u otra manera, mi cerebro consigue unir los puntos y el desayuno coincide con los primeros rayos de luz del domingo. Noche larga, sueño corto. Ya me levantaré luego, sobre las dos, a terminar la traducción… si eso. Entiéndase eso como un par de huevos revueltos con cebolla, tomate, brie, salmón ahumado y MUCHO Tabasco.
P. D. Este sábado, a las 18:30, estaremos en el salón del apartamento 802 de INDERUM presentando el libro y dando de merendar a unas veinte personas. ¿Cómo reservar una plaza? Fácil, manda un mail a carlos[arroba]nomasdemama[punto]com con el asunto.
1 – Calentamos la leche junto con la piel de naranja. Cuando vaya a romper a hervir, agregamos el azúcar y retiramos la leche del calor. Dejamos que se atempere.
2 – Cascamos dos huevos y los batimos con un tenedor.
3 – Ponemos a calentar una sartén a fuego medio-alto y añadimos una cucharada generosa de mantequilla.
4 – Cortamos los brioches por la mitad y los mojamos en la leche solo por la parte de la miga. Después, los pasamos por huevo —ahora sí los rebozamos por completo— y los metemos en la sartén por el lado de la miga bocabajo, que tiene que estar caliente y con la mantequilla bien derretida.
5 – Esperamos a que se doren, les damos la vuelta y los dejamos dorarse por el otro lado.
6 – Servimos la mitad inferior del brioche, colocamos una bola de helado encima y cerramos con la otra mitad.
Oooooh, hay una heladería italiana en la que he probado algo así, pero el pan no viene tipo perdido xD Aunque así suena aún mejor, eso sí.
Este te viene selladito (lo meten en algún tipo de plancha, gofrera o lo que sea) y cuando llegas al helado es como estar en el paraíso.
Habrá que probar en casa, no sé cómo no me ha dado aún por ahí…
Un beso!!!
PD: Así me gusta, TODO con helado.
PPD: Eso sí, entiendo que es muy muy MUY importante que el helado sea del día anterior.